Noticias del Ateneo

21-02-2017 | Bodegas | 1 Comentarios

De DÍez Mérito al cielo

El pasado 18 de febrero de 2017, el Ateneo del Vino salió de nuevo al descubrimiento de los tesoros que esconde el Marco de Jerez. Esta vez nos encaminamos hacia BODEGAS DÍEZ MÉRITO en Jerez de la Frontera. Una visita que resultó única y especial en nuestros ya más de 14 años de experiencias.

A lo largo de jornada, sorprendidos, nos fuimos interrogando en silencio ¿pero cómo es posible que se haya reunido y conservado esta perfecta combinación de historia, arquitectura, tradición y señorío, para producir unos vinos excelentes, verdaderas joyas enológicas? Desde luego estábamos en un auténtico museo vivo de la personalidad y singularidad del Marco del Jerez, que no tiene parangón con ninguna otra comarca vitivinícola del mundo. Y la visita a esta bodega lo ratificó plenamente. La gracia, sencillez y equilibrio de sus patios porticados, de sus naves bajas, abovedadas sobre pilares de piedra de cantería, componen el mejor alojamiento para la crianza callada de sus vinos y brandis.

Retrocedimos en el túnel del tiempo a 1770, cuando, según nos relata el doctor Javier Maldonado en su magna obra sobre la agroindustria vinatera moderna en el marco de Jerez, ” … tenemos constancia documental de que en 1770 Manuel Carlos Bahamonde levantó una bodega en un solar de 3.600 varas cuadradas y que en 1772 y 1774 amplió en 737 y 726 varas planas…”. Mas tarde se llamó Bodega Bertemati siendo uno de sus primeros propietarios el Marques de Misa.  Eran los primeros pasos hacia la moderna industria vinatera, pero faltaban aún 40 o más años para el gran desarrollo e implantación de las grandes bodegas-catedral en el Marco de Jerez. Estábamos en una fase primaria de ese proceso y con una estructura bodeguera cuasi conventual: bóvedas de crucero en los techos de mediana altura, celosías de madera en los tragaluces, y un verdadero bosque de columnas en piedra o mármol.

Nobleza, señorío, armonía y sobriedad, todo al servicio de la crianza de los mejores vinos. Y todo con el mimo y la entrega de varias generaciones de empresarios y trabajadores del gremio, hasta llegar a la familia Espinosa, los actuales propietarios, que desde hace pocos años, han abierto las puertas de este verdadero templo de Baco a los amantes del Jerez. Estos vinos de DÍEZ MÉRITO, con toda su carga cultural e histórica, se convierten así en singularísimos, más allá de  sus cualidades organolépticas.

Además del marco y del entorno, estaban allí las personas que nos han ayudado a comprender toda la verdad y sabiduría que encierra DÍEZ MÉRITO. La visita la dirigió María J. de la Torre y estuvo salpicada de secretos, noticias y anécdotas sorprendentes. Basten como muestras la presencia de esta bodega en la exposición internacional de París de 1900 y sus iconos de aquel acontecimiento mundial; o el curioso origen del término “Cream”: así como la leche tiene su crema, el vino de Jerez también, la crema del Jerez, prodigiosa mezcla de Oloroso y Pedro Ximénez, que ellos, los británicos, bautizaron como “Cream”.

Y después, en el majestuoso casco bodeguero de protocolo, contiguo al perfecto patio porticado sobre potentes columnas de piedra, José Antonio Portales nos dirigió una cata de sus vinos selectos agrupados bajo la etiqueta Bertola: unos magníficos fino y amontillado, siguiendo con oloroso y cream, equilibrados y completos, hasta llegar al Pedro Ximénez  de muy suave dulzura. Nos ilustró con toda su experiencia como experto catador del Consejo Regulador  y allí se debatió, siempre con un catavino alzado,  sobre la importancia relativa de la vejez de los vinos, la mitificación del Palo cortado, el precio verdadero y no reconocido del Jerez, y tantas otras cuestiones que suscitan la complejidad de nuestros vinos.

No podemos dejar de hacer una especial mención al catering Restaurante Antonio, que estuvo a la altura de las circunstancias, con calidad en todo lo servido y trato exquisito y cercano. Un broche estupendo para completar una jornada perfecta, de la que el Ateneo del Vino conservará un recuerdo inolvidable. Y en medio de la euforia y el éxtasis se descorchó y cató una botella del deseado Fino Imperial, amontillado V.O.R.S de más de 30 años, joya de la corona. 

Gracias, mil gracias,  a todos los que lo hicieron posible a través de más de dos siglos de experiencia y paciencia, y en especial a la familia Espinosa, actual propietaria de DÍEZ MÉRITO. Gracias por permitirnos disfrutar y compartir su patrimonio, y por la calidad y amabilidad de la atención recibida.

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Comentarios

Después de leer la crónica, siento aún más no haber podido estar. ¿Me brindará el futuro, y sus caprichos, una segunda oportunidad?

¡Felicidades!