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La bodega en la orilla
Una bodega a pie de un rio en plena desembocadura al Atlántico. Frente a Doñana, junto al Guadalquivir, en Bonanza. La arena llegando hasta los muros de la bodega. Estas son las coordenadas, únicas, excepcionales de Bodegas del Río. ¿Cómo se crían las manzanillas en este entorno? Con una crianza biológica exuberante y diversa.
La bodega es un antiguo almacén de artes de pesca junto a los astilleros de ribera de Bonanza. Hay cuatro barcos en las rampas. Barcos, río, vino. Y sal. Tanto la de las salinas como la del aire, la de la salada humedad, que impregna las botas, los muros, los vinos. Como nos decía Angel, en este entorno “la bodega lo hace suyo todo”. Así que podemos hablar tranquilamente de bodega-terroir.
Luis y Angel del Río, el apellido parece sugerir un destino decidido en esta bodega, son la cuarta generación de viticultores y almacenistas de vinos; en 2022 comienza a comercializar sus vinos bajo la marca "Solera Playa", aunque siguen manteniendo su faceta almacenista ―envejecen vinos para otras bodegas― y su acreditado despacho de vinos a granel. Y tienen su viña propia, Casilla Propia, en el sanluqueño pago de Miraflores.
Angel del Río dirigió la cata, vertical, especialmente maridada para la ocasión, mostrando las extraordinarias posibilidades gastronómicas de estos vinos. Desde un magnífico mosto de este año hasta una manzanilla especial de una bota seleccionada por Angel. Por medio, una manzanilla fina, fresca, pero con personalidad, y una pasada, madura, compleja, estructurada por los años de crianza en un lugar tan especial. Manzanillas de despacho y manzanillas de la marca, Solera Playa. Alguno de estos vinos mezcla la crianza dinámica y estática, como la manzanilla fina Solera Playa, que combinar tres años de dinámica y uno de estática, “para matizar la potencia de la crianza biológica”
Las botas rezuman salinidad, la flor muere, pero se reproduce, siempre hay velo; las lías alimentan el vino, y le dan una untuosidad especial. En un entorno especialmente diverso, la bodega es respetuosa con él, y alimenta esa diversidad. Unas botas a las que les cuesta dejar la crianza biológica, a pesar del tiempo, que se resisten a amontillarse. Y es que estamos ante una bodega llena de vitalidad. Como el río al que acompaña.
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